miércoles, 1 de febrero de 2012

El gomet rojo.

La maestra de Lorenzo decidió hace un par de semanas poner en marcha un sistema que le ayudase a controlar a varios bestias pardas que tiene en clase, entre los que figura, como no podía ser de otra manera, nuestro Lorenzo. La idea es darles una carita verde, como un gomet, en los dos momentos claves de descontrol: la fila de entrada al cole y la asamblea en el aula. Si se portan bien, se mantiene el gomet, si se portan un poco mal, se les retira, y si se comportan como animales de bellota se ganan el rojo. Para motivarle, nos pidió que le ofreciéramos un premio al final de la semana. En nuestro caso, era arreglar la bici, que previamente se había cargado por subir y bajar a los bordillos como si llevase un todoterreno en lugar de una bicicleta. Bueno, pues funcionó. Increíblemente logró mantener el gomet verde en la asamblea, momento negro para el: todos sentados en el suelo y sin poder jugar,...un martirio. La alegría de su logro durante la semana se convirtió en felicitaciones, besotes, abrazos y el arreglo de la bici (aderezado con un par de ataques de celos de Luna, que lleva fatal los éxitos de su hermano). Pensamos su padre y yo que se había producido el milagro. Pero no. Esta semana llevamos dos retiradas de gomet verde y un gomet rojo. Traducido: mosqueo monumental y consiguiente reprimenda. Ando yo preocupada, no tanto por el gomet rojo, sino por la actitud de fondo: si hay premio, me esfuerzo, si no hay premio, que os den. Además, esta semana es especial. Lorenzo tenía la "mochila viajera", otro experimento de la maestra que consiste en una mochila con libros y las fotos de todos los niños del cole, para que durante esa semana lean y jueguen con la familia. Se complementa con la opción de ir los papás al cole a contar un cuento, actividad que hicimos el martes y que disfruté como un camello. Ser maestra de infantil tiene que ser duro de narices, pero ratos como los que viví el martes, valen realmente la pena. Lorenzo era protagonista, me ayudó a contar el cuento (los chivos chivones) y a cantar una canción (el barquito de papel, por supuesto), hablamos del nuevo año chino, de comer con palillos y de lo lejos que está China. Disfrutamos del momento, y pensé que sentirse tan especial era suficiente premio para lograr no cosechar gomets rojos durante la semana. Error. Lo cosechó. Así que ha salido del cole mustio, preveyendo la bronca que le iba a caer y luego se ha puesto chulo, porque su padre le ha obligado a acompañarle a hacer unos recados y eso de andar no le gusta nada, y menos si es para comprar o similares. En fin, que ando rayada de las trazas con las que se toma las cosas, del pasotismo si no hay regalo o premio y de la chulería cuando se le impone una tarea que no le gusta. En fin, supongo que cada uno es como es y que todavía estamos adaptándonos, pero me preocupa su falta de disciplina y el que no pueda parar quieto. Es capaz de aprender, hace todo rápido, pero pone nervioso al más pintao...su maestra....una santa.
¿cambiará?...o es una ilusión que todos los padres nos hacemos¿?
Le he dicho que si saca dos verdes entre el jueves y el viernes, el domingo iremos al cumple de Jorge, su primo, y le dejaré jugar con los mayores. Ahora no sé si he hecho bien. Si el premio sobra y cómo transmitirle que hay que portarse bien porque es lo correcto y no porque obtenga al final algo.
¿os he dicho lo difícil que es educar a un niño?
:-)))))