martes, 7 de septiembre de 2010

Primer día de colegio


Un día intenso este de la vuelta al cole. Para Luna, un paseo...un poco de timidez al ver de nuevo a los compañeros, pero en minutos se unía a la fila y para la clase. Se ha hecho grande mi chica.

Lorenzo era el gran protagonista. Ha desayunado como siempre y se ha plantado la mochila que eligió, una de coches. Al llegar al cole, dedo en la boca y seriedad. Seguía a su hermana, pero ya le habíamos dicho que tenía que ir a otra clase y que se verían en el recreo. Asombrosamente, cuando su fila se ha puesto en marcha, se ha enganchado a una niña haciendo el tren, y ha seguido detrás sin mirarnos ni a su padre ni a mi.
Enseguida nos han dejado subir para dejar las bolsas con las fichas y el material. Lorenzo ya estaba jugando con un garaje y unos coches, moviéndose rápido entre los otros niños. Sólo ha llorado una niña, se notaba en alguno un gesto serio, pero no ha habido grandes dramas. Nos hemos despedido de él rápido. Chema le ha vuelto a explicar que se quedaba con Eva, su maestra, y que después de comer lo iríamos a buscar a él y a Luna. Ha asentido con la cabeza y fin del episodio.

Hemos estado en casa, pendientes del teléfono por si había crisis, pero nada. A las 14.30 tocaba recogerlos. Lu estaba en el recreo, feliz como una perdiz y en cuanto nos ha visto ha acudido divertida. Lorenzo estaba en el arenero, un pequeño recreo que tienen para los más pequeños con columpios y triciclos. Nos ha visto y ha sonreido un poco, pero ha seguido montándose en todo lo que tuviese ruedas. Le hemos dejado un poco mientras charlábamos con las cuidadoras del comedor. Todo bien, come, se sienta y se comporta. Vamos, una joya. De vuelta a casa un buen rato de columpios, luego construcciones en casa, merienda, patinete....como si nada. En la cena, nos explicaba lo que había comido. Aquí jugábamos con ventaja porque Luna nos lo había explicado: arroz con tomate, salchichas con lechuga y helado de chocolate. Desde luego, un chollo de crío. Y aquí viene mi reflexión.

En realidad, no sufre excesivamente porque todavía nos somos su padre y su madre, con mayúsculas. El vínculo materno-paterno-filial se construye muy poco a poco, y como Lorenzo es modalidad teflón (estoy ya os lo conté en otra entrada), ese vínculo es todavía muy débil.
Para qué llorar si paso de unos cuidadores (que ya empiezan a ser mi referencia) a otros...igual los primeros no son los definitivos...tal vez nunca haya definitivos, así que me ahorro las lágrimas, no sirven para nada....

No se me olvida que estuvo con otra familia la mitad de su vida...y esa familia, que lo trataba bien y lo quería, se volatilizó, ¿qué le asegura que nosotros sí somos los definitivos?. Nadie. Así que mi chico muestra una gran inteligencia comportándose así. A nosotros nos facilita mucho la vida, cierto, pero también nos preocupa no lograr engordar el hilo rojo que nos une a él.

Cuando empezaron los problemas con Luna, el psicólogo, padre de una niña adoptada, nos decía que el primer día que acompañó a su hija al colegio y vió cómo se iba de la mano de la profesora sin mirar atrás, fue consciente de que todavía no era su padre, de que el apego padre-hija tenía que trabajarlo. Y la única receta para esto es fácil y dificil a la vez: dedicarles mucho tiempo y amor incondicional. Leía el otro día un libro que me pasó mi primo Guillermo sobre adopción, que los padres adoptivos tenemos que convertirnos en el presidente del club de fans de nuestros hijos. Y es cierto. Si no, nunca se creerán que somos sus padres verdaderos.

Otro día os contaré la factura que pasa a nuestros hijos adoptados el abandono por parte de los padres biológicos...un temazo.

De momento, vayan un par de fotos de este primer día de cole. Lorenzo serio, justo antes de entrar y mis dos hijetes con Chema justo después de salir.
Un besico naranja
Mariajo